La inteligencia artificial ha transformado la forma en que trabajamos, aprendemos y nos relacionamos, ofreciendo herramientas poderosas como el reconocimiento de voz, la búsqueda avanzada de información y la generación de contenidos. Sin embargo, este progreso plantea desafíos éticos urgentes: transparencia en los procesos, consentimiento informado en el uso de datos, prevención de sesgos y respeto a los derechos de autor, además de la protección frente a usos maliciosos como la desinformación. Asumir una postura responsable exige educar, concienciar y cultivar valores elevados que orienten tanto a los usuarios como a quienes desarrollan estas tecnologías.
